Desde atrás - Beatriz Sierra

Desde atrás


Podría contar una historia de amor o algo que te cuenta la gente cuando no saben de qué hablar y se producen esos incómodos silencios que tanto molestan a la gente, pero este no es el caso esta es mi historia  de amor, puede que sea fugaz o tal vez que perdure a lo largo de los años  en las memorias de las personas. Una historia que puede pasar inadvertida  pero que hace que el corazón te lata más fuerte y que las piernas te empiecen a temblar. En definitiva es una historia que ya ha pasado.

Me llamo… bueno mejor prefiero dejar las presentaciones para el final para que parezca que esta historia de amor sea algo lejano sin nombres, sin caras, como si fuese una historia furtiva que te cuentan que ha vivido el amigo de un amigo de tu amigo pero que realmente esta vivida en primera persona.

El 16 de mayo de 1993 fui la última vez que vi su  rostro, era un domingo letal de los que te hacen suponer que el verano seria largo y caluroso. Allí estaba diciéndome adiós con la mano sin saber que  ese sería el ultimo adiós, el último aliento de una batalla contra el peor enemigo que tenemos… el tiempo. Tras nueve meses de lucha incansable  llego su hora. Han sido muchas batallas libradas, muchas guerras ganadas y como no, otras tantas perdidas. Resulta absurdo pensar en todo lo que harías de nuevo o lo que te gustaría hacer  porque ahora me doy cuenta de que aunque pases cien años al lado de la persona a la que amas siempre te quedan cosas por descubrir o momentos que repetir, como si el tiempo nunca fuera suficiente.


Ahora llega el peor momento de todos. Afrontar de nuevo el retorno a mi casa, maldito calor, la sola idea de pensar en que tengo que meterme en el coche ahora me asfixia. La verdad es que no vivo en una gran mansión  pero lo que hace grande una casa son los recuerdos vividos en ella así que aquí en el medio del salón mi piso de 90 metros cuadrados a la afueras de Madrid parece que se convierte en  900. Resulta complicado no pensar en momentos, recuerdos y anécdotas con los ojos abiertos pero es que cierro los ojos y solo recuerdo sus manos acariciando mi cuerpo, sus labios besándome y esas pausas que hacia cuando hacíamos el amor  para mirar mi cuerpo desnudo y devorarme con la mirada. Dios me encantaba que me besara la espalda muy poco a poco desde abajo hasta llegar al cuello hacia subir la temperatura  provocándome con sus manos  excitándome con su lengua contagiándome de su pervertido juego de seducción.

La  verdad es que estos últimos años no hemos hecho otra cosa que pasarlo bien. Nunca pensé que hay vida después de la juventud y mas esta clase de vida. No sabría mencionar un momento bueno a su lado sin que no apareciese el termino sexo aunque la verdad no solo se basaba en el sexo lo nuestro, pero lo cierto es que disfrutábamos tanto los dos que no había día que no desaprovechábamos la ocasión para deleitarnos el uno junto al otro e incluso junto a más gente. Vaya parece que recodar aquellos momentos  me abre el apetito sexual creo que debería dejar volar mi imaginación para que mi consciencia quede en un punto y aparte y deje de sufrir. Así que me trasladare a un punto más carnal de mi historia o mejor dicho un punto más ¨helado¨ como nos llamaban nuestros amigos.

La última vez que hicimos una fiesta  fue hace un año, empezaba el verano del 92 y todo el mundo estaba entusiasmado por los acontecimientos que estaban por llegar, una expo en Sevilla y el acontecimiento deportivo mas grande: Los Juegos Olímpicos de Barcelona, nosotros dábamos la bienvenida al verano como cada año  y como cada año todos acudían a nuestra fiesta, todo el mundo sabía con quien venía pero nadie sabía con quien se acostaría. Nunca estaba premeditado ni pactado pero era una práctica habitual en nuestras fiestas. Comenzaba con una caricia entre dos amigos un susurro entre dos desconocidos o una simple mirada  de esas que hacen las viejas de los pueblos cuando pasas al lado de ellas, te miran de pies a cabeza sin importarles nada en absoluto. Todo era tan bello, gente dándose amor por espacio de una tarde, gente sin complejos que recibe de igual forma a gente sin complejos, en definitiva gente que hace disfrutar  a más gente sin necesidad que les una un lazo matrimonial o un vinculo amoroso. Siempre se acababa desnudo y siempre se empezaba igual, lo llamaban el solo de ´helado´´, nos encantaba que nos mirasen  nunca se nos dio mal hacer el amor pero cuando estábamos delante  de nuestros amigos era diferente, el corazón te late con tanta fuerza que en silencio con los ojos vendados puedes oír perfectamente los golpes que produce en el pecho, la excitación es mayor el sudor es más sensual y los gritos son mas afónicos. Nosotros follabamos delante  de  nuestro ¨pettit comité¨ no nos sentíamos  mal por hacerlo era hasta gratificante salir de la rutina del sexo con amor e introducirte en el mundo del sexo libidinoso. Siempre comenzábamos los dos solos pero al cabo de un rato me gustaba vendar sus ojos para que se agudizaran sus sentidos  en ese instante me encantaba ver como el resto de mis invitados disfrutaban  tocando su cuerpo  en un acto reciproco de placer. Ni de lejos era la primera vez  que hacíamos esta clase de fiestas pero al ser la ultima la guardo un a especial añoranza. Nuestros amigos siempre tenían cualquier excusa para hacer una fiesta: la fiesta del otoño para que todos se coman un coño, la fiesta del invierno para que te pongas tierno, la fiesta de la primavera para que la metas entera y la fiesta del verano… en fin no hace falta ser muy hábil para saber cuál es el eslogan de la fiesta del verano. Nunca supe quien le puso los nombres a las fiestas pero ni cuanto menos eran curiosos.

Teníamos amigos en todas partes de España siempre con amigos siempre de fiesta, pero también siempre dejábamos un rincón para nosotros dos solos: Granada. Granada huele a azahar a flores secas a incienso y tabaco, Granada sabe a manzanilla y a vino, Granada sabe… a helado, a nuestro helado. La primera vez que fui a Granada fue en las vacaciones del 85, teníamos un Ford fiesta poco dinero y muchas ganas de pasarlo bien, el primer día de llegar allí dando un paseo por la noche en dirección al barrio de albaicín vimos una curiosa heladería que se salía de las normas clásicas de los helados y entre ellos allí estaba el más curioso. Helado de chocolate picante. Todo el mundo tiene una canción que define las relaciones o un lugar que te recuerda a esa persona pues nosotros teníamos un helado. Así éramos, nuestra forma de follar era eso dulce y empalagosa pero a la vez era picante. No nos comimos el helado pero si pedimos la receta al dependiente que gustoso nos la dio. Desde aquel día en cada fiesta hago ese helado para mis invitados:



-3 yemas de huevo

-40 gr de azúcar

-200 ml de leche

-200 ml de nata para montar

-160 gr de chocolate para fundir

-1 vaina de vainilla

-4 cucharas de chile seco y molido



A lo largo de los años de convivencia hemos tenido la ocasión de practicar toda clase de fantasías, posturas  y placeres que hemos imaginado, a veces en  fiestas con amigos o la luz de las velas en nuestra habitación pero otras tantas veces a oscuras, en el anonimato de los locales de encuentros  con la sombra del VIH en cada rincón  y con música de músicos que no sabias si eran más músicos que bohemios o viceversa… eran los 80 y la gente hacia todo lo que quisiera donde quería y con quien quería. Recuerdo la primera vez que follamos delante de gente, no nos importo, no nos sentimos incómodos en ningún momento mas bien lo contrario la sensación de sentirte observado desaparece el lugar no te importa incluso las demás personas de tu al redor te dan lo mismo. Es una sensación animal que no puedes reprimir que te provoca que en tu mente solo exista una persona y como si fuese una carrera la única meta es el placer aquí y ahora. Era un concierto de  Nacha Pop sonaba la chica de ayer… nuestra canción, sin hablar nos miramos y nos pusimos a besarnos  como si no hubiese mañana, un pequeño mordisco en el labio inferior, una mano que aprieta con fuerza la nalga y un leve susurro al oído desato el instinto animal que llevamos dentro. En un momento introdujo la mano en mis pantalones y comenzó a masturbarme, no nos cortábamos porque nos daba igual, nuestra canción estaba sonando para cuando había acabado estábamos tan excitados que los dos nos miramos y comenzamos a  desabrocharnos los pantalos… maldita moda de llevar los pantalos tan ajustados no podía ni bajarlos suerte que la licra se rompe con cierta facilidad , allí estábamos nosotros sobre unas cajas de cerveza medio desnudos  con nacha pop de fondo y un corrilo de gente a nuestro alrededor jadeándonos como si fuese la final de un partido de futbol. Madre mía  imposible de olvidar aquel momento  no porque fuese uno de los mejores polvos si no que fue nuestra iniciación a un mundo de placer y respeto que marcaria el resto de nuestra vida.

La verdad es que en esto del sexo ya teníamos experiencia puesto que llevábamos un par de años juntos y al contrario que el resto de gente de nuestra época no esperamos a tener un anillo en la mano para descubrir lo que se escondía debajo de los pantalones de cada uno. Ambos estudiábamos ciencias políticas en la universidad complutense de Madrid con todo lo que ello conllevaba en aquella época cada vez que nos reuníamos un grupo de 20 personas en el campus llegaban los policías y se ponían a repartir sin preguntar; Son tiempos de cambio decía la gente, pero parecía que éramos nosotros los únicos que no querían cambiar luego con el tiempo comprendí que esa generación fuimos los causantes del cambio. Siempre después de cada jornada nos esperábamos el uno al otro para poder vernos furtivamente en el almacén de biología que tenía unas suculentas colchonetas y que por 10 duros habíamos conseguido una copia de la llave. Fue en aquel lugar a escondidas donde por primera vez nos veíamos desnudos después de  6 meses de novios y tras una carrera delante de los grises lo hicimos por primera vez, al lado de un esqueleto disecado con varios frascos de cristal de dudosa procedencia y un frio que te dejaba sin aliento. Las navidades me habían traído el mejor regalo que me podía imaginar, el sexo. Perdí la virginidad con 23 años, éramos dos cuerpos desnudos abrazados sobre una colchoneta fabricando ternura. Un momento así no se puede olvidar fácilmente sentí el deseo de seguir experimentando con mi cuerpo y aquellas fiestas  visitamos el almacén todos los días incluso los sábados y domingos. Dicen que la experiencia es un grado pero que pasa si ninguno de los tiene experiencia… pues que lo único que quieren es experimentar  a todas horas,  habíamos descubierto el mejor de los placeres de la vida, allí encerrados en aquel rincón pasábamos tardes enteras desnudos, incansables, sudorosos deseando que no se movieran las agujas del reloj. Esa noche vieja no salimos por ahí a celebrarlo como era costumbre, a las 12.30 de la noche del recién inaugurado año 79 cogimos el coche y nos fuimos a la universidad. Intentamos ir a un hotel con los pocos duros que teníamos pero fue imposible nos pedían el libro de familia para alquilar una habitación así que siempre nos quedaba nuestro rincón secreto. Accedimos por una ventana de la biblioteca que habíamos dejado atrancada con un lápiz y aquella fue la mejor noche vieja de toda mi vida solo teníamos una botella de anís del mono y unos cigarrillos celta que había robado a mi abuelo, no me hacía falta nada más nos teníamos el uno al otro. Bueno ahora que lo veo todo con perspectiva veo que no hubiese venido nada mal una manta porque después de aquella noche nos pillamos un buen gripazo.

Después de tantos años aquí en la soledad de mi piso me doy cuenta de que no sé ni que comí ayer pero sí recuerdo cada caricia suya, cada beso y sobre todo cada mirada, porque aunque las personas nos vamos haciendo mayores y los cuerpos van cambiando lo único que no cambia es la mirada y después de tantos años me seguía comiendo con la mirada como el día en el que nos conocimos en los pasillos de la universidad,  una simple cola para entregar la matricula del año siguiente  nos hizo que nuestras miradas se comieran en silencio a tan solo 2 metros uno de otro. Dicen que se sabe si un amor es verdadero si solo mirar a esa persona te falta el aire, así me sentía yo. Ponte un corsé y apriétatelo muy fuerte no te ahoga no te deja sin respirar pero te oprime tanto el pecho que parece que va a matarte lentamente… ese es el autentico amor. No me hizo falta preguntar su nombre porque la carpeta que llevaba en la mano lo ponía en grande así que me limite a acercarme coger su mano y ponerla sobre mi pecho mientras decía: esto es lo que hace mi corazón al verte no se explica con palabras, solo se siente. En ese momento dejas de pensar con la cabeza dejas la mente en blanco porque lo único que te mueve es el corazón, ya no existe un ¿lo hago? Directamente lo haces no te paras a pensar en la consecuencias de tus actos porque lo único que te mueve es ese musculo incansable que bombea sangre y que cuando estas enamorado tiene vida propia. Recuerdo que su primera impresión fue un tanto dubitativa en fin que te digan eso de buenas a primeras resulta un poco chocante o una broma pero al seguir mirándonos mutuamente comprendió que aquello está muy lejos de parecer una broma, ahora la pelota estaba en su tejado, un simple balbuceo dejo entrever que no sabía muy bien como comenzar a hablar:

─Ahh… vaya! Tienes una manera muy directa de entrar a las personas, me dijo. En ese momento no sabía si su cortesía se volvería rechazo o si simplemente no sabía cómo reaccionar, las manos se me helaron y mi mente comenzó a juzgarme, en mi interior pensaba si lo que acababa de hacer era un simple impulso estúpido.─ Ya veo que sabes mi nombre y ahora para no ser descortés creo debería  preguntarte el tuyo ─dijo─ pero… que significa el nombre de una persona cuando ya con la primera frase has hecho sentirme la persona más importante del mundo. No daba crédito a la respuesta, será una correspondencia halagadora ante una situación de avasallo o realmente habían calado mis palabras. Dios que lio─ pensé─ ya no sabía que más decir ni cómo actuar, me voy corriendo, me quedo allí esperando a que surja algo… que lastima que no hubiese móviles en ese momento, ahora tienes una situación incómoda y todo el mundo finge una escapatoria cogiendo una inexistente llamada. En fin allí estaba yo inmóvil con su mano sobre mi pecho aun y sin saber cómo manejar la situación. Me toca, dijo como susurrando las palabras para que nadie más se enterase, en ese momento dio un paso atrás, quebró nuestro cruce de miradas y dio media vuelta, mi corazón me había jugado una mala pasada si mi vida fuese unos dibujos animados se podría decir que en un hombro me habla la mente con la razón y al otro me gritaba el corazón con la sinrazón baje la cabeza en símbolo de derrota con los ojos como platos y una sensación de ridículo espantosa me gire para salir de aquel sitio lo antes posible, en aquel momento me agarrón de la mano cuando ya vislumbraba la salida, antes de que me diera la vuelta totalmente una frase impactante: si te vas ahora no te perdonare, solo voy a entregar mi matricula. Como si me hubiese dejado de funcionar el corazón comencé a sentirlo de nuevo sobre el pecho. Déjame conocerte─ exclamo─ dos palabras que  pronuncio sensualmente y que se introdujeron en mi cuerpo sexualmente. Mi sonrisa me delataba, mis mejillas se llenaban de sangre y se sonrojaban, las manos volvían a estar frías y la respiración volvía a ser dificultosa.

Recuerdo aquella tarde con pelos y señales, es increíble lo que puede recordar el ser humano, puedes estar toda una tarde estudiando legislación y no acordarte al día siguiente de nada y pueden pasar casi 15 años y saber perfectamente todo lo que ocurrió aquella tarde, la ropa, los sitios, la música y como no… el primer beso, recuerdo también ahora que era la primera vez que besaba y no sabía bien como se hacía… ¿ tengo que respirar?¿abro los ojos o los cierro?¿ y la lengua… qué papel juega?  Según pasaba la tarde estas dudas se me acentuaban más y más en mi cabeza, sabía que llegaba el momento de la despedida y seguramente nos besaríamos. Me tengo que marchar, se me ha hecho muy tarde y en mi casa estarán preocupados-dije- era totalmente mentira lo que pasa es que estaba deseando que nos besáramos para acabar con esta tortura mental, y  allí en la puerta del retiro que da a la calle  Menéndez Pelayo ocurrió no sé bien si respire o no, si cerré los ojos o los deje abiertos lo que si se bien es que pensé que podíamos haber empezado a besarnos un par de horas antes y no en el momento de la despedida. De camino a casa quería contárselo a todo el mundo, ay!! Si hubiesen inventado facebook y wassap unas cuantas décadas antes. La euforia me embargaba no había palabras para definir lo que sentía en ese momento todo era nuevo para mí, una nueva forma de vivir la vida, mejor dicho, la mejor forma de vivir la vida: vivirla con amor.

Aquella noche llegue tardísimo a mi casa, por el camino me había puesto a pensar en lo bonito que puede ser una ciudad como esta y en lo poco que me había parado a conocerla, parecía que veía todo con unos ojos y una perspectiva totalmente diferente. Cuando entre por la puerta estaba mi madre esperándome,  sentada en una silla de mimbre fumándose un cigarrillo a escondidas de mi padre, en aquella época no se veía bien que las mujeres fumasen, y mucho menos que lo hiciesen en público por eso ella, una mujer que se codeaba con lo más granado de la sociedad madrileña para la época se escondía de fumar delante de nadie aunque en  casa todo el mundo lo sabía.

─Hola─ me dijo dándole una bocanada a un ducados que seguro le había robado a Manuel, nuestro criado. Buenas noches madre ─conteste─ hace tan buena noche que podríamos bañarnos en la piscina ahora mismo, quería quitarle hierro al asunto de mi tardanza y que mejor manera que salir con evasivas, si antes me había funcionado… ¿Por qué ahora no?  Anda entra para adentro y dile a Manuel que te prepare algo para cenar. Recuerdo que aquella noche Manuel fue algo más que nuestro criado, fue mi confidente, mi consejero de la vida, en él veía una figura paterna más cercana que mi propio padre ya que este viajaba por todo el mundo por su trabajo y pasábamos muchas semanas sin vernos. Manolillo!!!!!!! Deja lo que estés haciendo y prepárame una tortilla francesa y siéntate aquí conmigo que te tengo que contar algo maravilloso…. Toda la noche estuvimos hablando, dándole vueltas y más vueltas a mi historia, era increíble, solo el mero hecho de contarla en voz alta y oírme me emocionaba.

Así pase mi primera noche de fatiga por ponerme ese lazo invisible que te oprime el pecho y hace que te falte el aire, el amor lo había llenado todo, no sentía otra cosa que fuese amor, no tenía hambre ni calor con la que estaba cayendo ni si quiera tenia sueño, solo amor. Es difícil recordar todos y cada uno de los consejos que me dijo mi fiel amigo, nadie me conocía mejor que él y nadie sabía más que él ya que era un hombre que aunque nunca había estado casado estaba muy curtido en las relaciones de pareja por todos sus años de servicio en otras casas. Ten cuidado, - dijo- la gente puede saber quién eres y de qué familia vienes y te pueden romper el corazón… las palabras de Manuel tenían sentido,  en una sociedad proletaria la mejor forma de tener una cierta posición social y económica era casarte con alguien que tenga una buena cuna y eso mi familia lo poseía, con 20 años ya había recorrido medio mundo algo que en la época de finales de los 70 poca gente se podía permitir. Mi padre que empezó a trabajar desde muy joven en el negocio del ladrillo  ahora poseía una de las constructoras más grandes del país. Y mi madre, una guapísima mujer morena alta y con más estilo que ninguna otra  provenía de una de las familias más ricas de Jerez. Es cierto que mucha gente se me acercaba por quién era y eso a veces me hacía sentir infeliz pero esta vez era diferente… yo he dado el primer paso y no era momento de ponerse triste porque esa noche comprendí que la vida es mejor vivirla riendo. Y es que bastante seriedad tenía ya en mi vida ya que pertenecer a una familia como la que tenía yo no era un camino de rosas, desde muy joven te ensañan modales comportamientos y otras tantas tonterías que solo hace la gente cuando estás en público. Me pase los primeros 18 años de mi vida con personas que me doblaban la edad en fiestas en las que tenía que comportarme como un adulto. Por eso decidí entrar en la universidad necesitaba rodearme de gente de mi edad, gente que no les pareciese importante quien era yo. No como los estirados del colegio mayor de Madrid, menuda adolescencia, allí había todo tipo de joyas, desde hijos de políticos y banqueros hasta pasar por los hijos de toreros y futbolistas. Hipócritas, absurdos niños que no sabían valorar lo que tenían porque sabían que lo tenían. Toda mi vida había trascurrido en ese colegio desde que tenía uso de razón, muchas veces llegue a pensar que aquel 1 de abril del 59 había nacido allí por mucho que mi madre me asegurara que había nacido un precioso día de sol en la casa de mis abuelos a las afueras de Jerez.

Qué lejos queda ya todo aquello, la casa de mis padres… la de mis abuelos en Jerez, han pasado tantos años que pienso si es un recuerdo creado por mi cabeza o si realmente existió todo aquello.

Ha pasado solo un día desde que aquella persona se despidió de mí en aquel frio hospital,  dios me gustaría haber cambiado tantas cosas si me hubiesen dicho que aquel era nuestro último adiós. Si supiera que esta era la última vez que voy a oír su voz, grabaría cada una de sus palabras para poder oírlas una y otra vez indefinidamente. Si supiera que esos eran los últimos minutos de vida le diría “Te quiero” y no asumiría totalmente, que ya lo sabe… El SIDA se había llevado a la persona más importante de mi vida, se que era inevitable y que este momento llegaría tarde o temprano  pero no te  haces a la idea de perder a una persona para siempre, recuerdo que me decía que el amor es todo aquello que dura el tiempo exacto para que sea inolvidable, y  ahora me doy cuenta de sus palabras. Aquí en la soledad de mi cama su recuerdo parece difuminarse, no quiero despertarme mañana y olvidarme de la persona que me ha brindado los mejores años de mi vida y los recuerdos más bonitos, no quiero que su amor se me desvanezca en la memoria. Me da miedo levantarme mañana y pensar que nada de aquello existió aunque ese pensamiento no me altera porque confió plenamente en la casualidad de haber conocido a una gran persona y que nunca intentare olvidar su recuerdo y si lo hiciera no lo conseguiría porque le debo las mejores y quizá las peores horas de mi vida y eso es un  vinculo que no puede romperse.

En fin, esta es mi historia, no hay nombres en ella porque lo de menos son los nombres lo importante son las personas que la vivieron. Ahora me doy cuenta que ser feliz no es tener una vida perfecta, ser feliz es conocer que la vida vale la pena vivirla, a pesar de todas las dificultades.

DAVID (3 Agosto de 1958- 16 Mayo de 1996)

SI ALGUN DIA TODO ESTO TERMINA

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TEN LA CERTEZA QUE POR LO MENOS HASTA HOY

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Tu mujer Cayetana no te olvida.




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